viernes, 30 de abril de 2010

GENERACIÓN, Andrzej Wajda (1954) [8/10]

En un pueblo a las afueras de la Varsovia de 1942 vive Stach (Tadeusz Lomnicki), un aprendiz de carpintero que, gracias a su compañero Sekula (Janusz Paluszkiewicz), adquiere conciencia de clase obrera para enfrentarse a los opresores. Además, en la escuela otros compañeros revolucionarios le instan a alistarse en la Guardia Popular. Así lo hace, y será cuando conozca a Dorota (Urszula Modrszynska), de quien se enamora. Ésta le anima para que constituya un grupo de afinidad con sus compañeros (entre los que está un jovencísimo Polanski) mediante el cual cometer atentados. El grupo desarrollará así su actividad revolucionaria en una película en la que se nos muestra que luchar es vivir, y que quien no lucha está muerto.

En Generación de Wajda, la primera que hizo, se deja constancia de lo importante que es hacer la Revolución. Parece mentira que sea el mismo director que en 2007 hizo Katyn, acerca de los oficiales polacos asesinados por el Ejército Soviético. Es también interesante la “clase magistral” que Sekula le da a Stachu acerca de la forma en que el capitalista se apropia del trabajo del obrero, citando a Karl Marx.

Desde la panorámica descriptiva que abre el filme hasta el encuentro de Stachu con el resto de compañeros, la película, con Alexander Ford como director de arte, nos engancha y no decae en ningún momento. Era la primera película que veía de Wajda, y ya tengo en mente ver las otras dos que completan su trilogía de la guerra.


miércoles, 28 de abril de 2010

AL FINAL DE LA ESCAPADA, Jean-Luc Godard (1960) [6'5/10]

Al final de la escapada, de Jean-Luc Godard, se considera la cumbre indiscutible de la nouvelle-vague, ese movimiento cinematográfico surgido en torno a los críticos de Cahiers du Cinema que venía a poner patas arriba el cine francés hecho hasta entonces. Su director, más maoísta que el propio Mao, era el más radical y transgresor en su realización, y de esto se puede dar fe tras haberle echado un vistazo a Al final de la escapada.
En ella, Michel Poicard (Jean-Paul Belmondo) es un sinvergüenza imitador de Bogart que va a París a cobrar un dinero (suponemos que sucio) que le deben. Para más INRI, en el camino mata a un policía, por lo que será buscado y se verá obligado a escapar continuamente de la justicia. La estancia en París la pasa en compañía de Patricia (Jean Seberg), una preciosa neoyorquina que vende el New York Herald Tribune por los Campos Elíseos para pagarse su matrícula en la Sorbona, y a la que Michel trata de convencer para que escape junto con él a Roma, todo muy romántico.

La producción se ve a simple vista que no contaba con mucho presupuesto, no hay más que ver esas tomas exteriores en las que la gente mira a la cámara, porque, ¡oh, sorpresa!, están asistiendo a un rodaje. El montaje de la película presenta cortes que no vienen a cuento, como ese en el que Michel, que tiene la jeta de denominarse a sí mismo como Laszlo Kóvacs, está con Patricia en el cuarto de baño de ésta, justo después de esa escena tan larga (puede que aburrida) de cama, en la que quizá aún sea demasiado pronto para que “se vea algo”. Como ya decimos, la película es muy de Godard, el más rompedor de los de la nueva ola, y Al final de la escapada en ese sentido también es muy rompedora, pero aparte de eso no tiene más interés. Hoy día diríamos que es una película mal hecha, de estudiante de primero.

Al protagonista de la película le reconozco el mérito de haber originado ese gesto tan sexy de acariciarse el labio inferior con el pulgar, gesto que más tarde copiaría Martini. Pero he de reconocer que, si el protagonista de una película no me cae bien, es difícil que trague dicha película. Es precisamente eso lo que me pasa con Michel Poiccard, que me cae mal, me parece el típico gilipollas que odiaría a muerte. Y ojo, esto no quiere decir, evidentemente, que sólo pueda con películas en las que los protas son “los buenos”, porque la verdad es que Paul y Peter de Funny Games, independientemente de sus fechorías, no caían mal al espectador.

Otros aspectos destacables de esta obra de Godard son sus guiños cinematográficos, tales como esa chica que vende ejemplares de la Cahiers du Cinema o ese cine con Hiroshima mon amour en cartelera. O también, sin ir más lejos, ese cameo del propio Godard.
Por último, decir que, con esa música, da la impresión de que el director se está riendo de las películas policiacas, aunque conociendo a Godard, bien se podría estar riendo de todo y haciendo lo que le da la gana, que para eso es uno de los realizadores llamados a convertirse en amo y señor del celuloide.

lunes, 26 de abril de 2010

FRESAS SALVAJES, Ingmar Bergman (1957) [7'3/10]

Si dijese que Ingmar Bergman es el mejor director de cine de la historia se podría no estar de acuerdo conmigo, pero desde luego en ningún caso se podría afirmar que estoy diciendo una locura. Porque que el maestro sueco es un peso pesado del séptimo arte es algo que nadie que tenga un mínimo de conocimiento de la materia pone en duda. El escritor Robert McKee, a cuyos seminarios han acudido los mejores guionistas de las series de televisión y películas de cine más importantes, afirma que Bergman es el mejor guionista de la historia, pues es quien mejor trabaja con la materia prima propia del cine: la imagen. Bergman desarrolla como el que más esa tesis que McKee defiende en su libro El Guión: sustancia, estructura, estilo y principios de la estructura de guiones, según la cual se debe contar, pero en ningún caso explicar, y esto puede comprobarse mejor que en ninguna otra obra de Bergman en El silencio.

Pero la película que ahora nos ocupa es Fresas salvajes. En ella el profesor Isak Borg (Victor Sjöstrom) acude junto con su nuera Marianne (Ingrid Thulin) a la Universidad de Lund para asistir a un homenaje a su persona y que le nombren doctor jubilar. El profesor está al borde de la muerte, y es ahora que le toca hacer balance cuando se da cuenta de lo que ha sido su vida y qué papel ha desempeñado en ella: el de una persona egoísta y arisca.

Mediante flashbacks, sueños y demás elementos tan poco característicos de una narrativa clásica, el profesor repasa los momentos más impactantes de su vida que han ido forjando su personalidad, y ve que no ha sido una buena persona. Tanto es así que nunca fue querido por su mujer, quien le ponía los cuernos; y fue rechazado por Sara, su primer amor, yéndose ésta con su hermano. De entre todos los sueños y flashbacks a los que asiste el espectador a través del profesor, destaca ese sueño de fotografía expresionista que el profesor tiene nada más empezar el film. En él, Isak Borg se ve a sí mismo perdido en una extraña ciudad, donde se encuentra con un carruaje del que se cae un ataúd. Dentro de ese ataúd está él mismo, que se coge del brazo y trata de arrastrarse con él al interior del féretro, a la muerte, tema éste muy presente en la filmografía de Bergman.

En el viaje el profesor y su nuera se encontrarán con Sara (Bibi Andersson) y dos amigos suyos, quienes les acompañarán hasta Lund para proseguir su viaje allí. Con la aparición de este personaje, Bergman saca a la palestra la oposición entre la vida y la muerte, representadas por Sara y el profesor, respectivamente. A la vitalidad de la chica, se opone la quietud y frialdad del viejo profesor, y a los recuerdos de la infancia de éste se oponen los planes de futuro de Sara, que tiene aún toda la vida por delante.

Además de la proximidad de la muerte, aparecen otros temas clásicos en Bergman, como son la existencia de Dios (representada en las discusiones entre los dos amigos de Sara) y la liberación de la mujer (cuando Marianne de dice a su marido que va a tener el bebé, además de las distintas conversaciones acerca del tema que se van sucediendo en el viaje).

La fotografía de Gunnar Fischer es inmejorable, aunque para próximas películas Bergman contaría con Sven Nykvist. Aparte del mencionado sueño expresionista, cabría mencionar los trajes blancos en el desayuno de la casa de verano del primer flashback, así como los anocheceres y atardeceres en el bosque, los cuales recuerdan a El séptimo sello.
Del mismo modo, la música de Erik Nordgren cumple su función con creces, entra cuando tiene que entrar y nos introduce en la atmósfera de lo que el autor nos quiere contar.

Y si a todo esto le añadimos la aparición como protagonista de uno de los pioneros del cine como es el señor Victor Sjöstrom, para qué queremos más, tenemos una señora obra maestra.

En definitiva, Fresas salvajes, que fue homenajeada por Woody Allen (es conocida la admiración del neoyorquino por Bergman y la influencia que éste ejerce en sus películas) en Desmontando a Harry, tiene muchísimos elementos para analizar, pero no por ella misma en sí, sino por quién es su director. Bergman es un AUTOR con mayúsculas, de esos que con sólo ver un fotograma de su (extensa) filmografía en seguida identificas al director.


viernes, 23 de abril de 2010

TE QUERRÉ SIEMPRE, Roberto Rossellini (1954) [6'5/10]

Cuando André Bazin vio Te querré siempre, de Rossellini, dijo que el cine había envejecido diez años. Con esto lo que quería decir es que el director italiano había hecho una película tremendamente moderna. Y es que en 1954, tras abandonar a su esposa para casarse con Ingrid Bergman (protagonista del film), Rossellini ya había abandonado el neorrealismo para acercarse a un cine más minimalista con el que hacer vanguardia con el guión. Así, en Te querré siempre, nos encontramos ante dos personajes sin un objetivo definido, algo muy novedoso por aquel entonces.

Te querré siempre
nos muestra al matrimonio Joyce (Ingrid Bergman y George Sanders) acudiendo a Nápoles para vender la villa que el tío de Catherine le dejó a ésta en herencia. Ya de camino ambos se dan cuenta de que su matrimonio no funciona: es aburrido, y continuamente se están haciendo daño el uno al otro. Así, a lo largo del filme, veremos cómo reacciona Catherine a las acciones de George y viceversa, en una historia donde elementos tan comunes en una relación como la desconfianza y los celos se unen para mostrarnos la distinta forma en que cada miembro de la pareja afronta su relación.

Es notable la presencia de la muerte a lo largo de toda la obra: cuando Catherine ve el funeral de un hombre desde su coche, o cuando acude a ver a los muertos olvidados a los que nadie llora, o cuando junto con George asisten al descubrimiento de los cuerpos de una pareja sepultados por la lava, anticipando esto último de forma metafórica lo que está sucediendo con el amor de Catherine y George: está siendo sepultado.
Como curiosidad, señalar que hay un momento en el que, en un plano general tomado desde una grúa, puede verse la sombra que proyecta ésta sobre la gente, pero tratándose del maestro Rossellini se le perdona.


miércoles, 21 de abril de 2010

LA NOCHE DEL CAZADOR, Charles Laughton (1955) [6'5/10]

En 1955 el actor Charles Laughton realizó su única película como director, La noche del cazador, basada en la novela homónima de Davis Grubb.
Harry Powell (Robert Mitchum) es un predicador del Evangelio que se dedica a matar infieles y pecadores. Tras ser detenido por robar un coche es conducido a prisión, donde conoce a Ben Harper (Peter Graves). Ben está sentenciado a muerte por el asesinato de dos hombres en el atraco a un banco, pero antes de ingresar en prisión dejó el dinero a sus hijos John (Billy Chapin) y Pearl (Sally Jane Bruce) para que lo mantuviesen escondido y no se lo diesen a nadie. Powell acaba por enterarse de esto y, tras salir de prisión y una vez Ben ha sido ejecutado, acude al pueblo de la familia para casarse con la viuda de Ben, Willa (Shelley Winters), y hacerse así con el dinero. Los niños, tal y como le prometieron a su padre, no tolerarán que Powell se quede con el dinero, y se generará así una batalla entre el predicador y los niños, en la que la vida de éstos correrá serio peligro.

La noche del cazador es una película acerca de la indefensión de los niños ante el mundo que los rodea. Presenta una influencia del Expresionismo alemán innegable, conseguida gracias a la habilidad de Stanley Cortez y que puede disfrutarse en planos tan memorables como esa sombra de Powell en la ventana del cuarto de los niños. La música de Walter Schumann también ayuda a meternos en esa atmósfera de peligrosidad e intranquilidad que nos genera el personaje magníficamente interpretado por un inmejorable Mitchum, cuyos cánticos bíblicos emitidos a través de esa tan característica voz no auguran nada bueno.

La película mantiene un ritmo trepidante a lo largo de todo el metraje, consigue elevarnos hasta un clímax de alturas insospechadas hasta que, de tan alto que subimos, nos pegamos un bofetón extremadamente doloroso. Y es que así es el final de La noche del cazador: doloroso, de tan decepcionante que resulta. No puede extrañar que no tuviese éxito en su día, porque lo cierto es que tras ver la única obra dirigida por Laughton, y tras haber escuchado nada más que críticas buenísimas acerca del filme, uno se viene abajo junto con la película. Quizá sea demasiado onírica y esté demasiado cargada de simbolismo como para entenderla de buenas a primeras, pero la decepción está ahí. Una de las cosas que salvan el film es el ver a Lillian Gish en pantalla.


domingo, 18 de abril de 2010

EL TERCER HOMBRE, Carol Reed (1949) [7/10]

Una de las películas más importantes de la historia del cine británico es El tercer hombre, de Carol Reed, basada en la novela homónima de Graham Greene. En ella, Holly Martins (Joseph Cotten) es un escritor de novelas baratas que acude a Viena a ver a su amigo Harry Lime (Orson Welles), con tan mala suerte de que cuando llega a su destino se entera de que su amigo ha muerto recientemente atropellado por un coche. Conmocionado, Martins acude al funeral de Lime, donde conoce al capitán Calloway (Trevor Howard), quien le dice que Lime era un delincuente, traficante en el mercado negro, y que mejor que haya muerto, pues. Martins empieza a investigar las circunstancias en las que se dio la muerte de su amigo, y comprueba cómo algunas cosas no cuadran: unos le dicen que fue atropellado por su coger, otros que fue atropellado por un camión, unos que fue transportado por tres hombres, otros que fueron dos los que cargaron con su cuerpo, etc. En su investigación, Martins conocerá a Anna (Alida Valli), novia de Lime, quien también tiene dudas acerca de la muerte de su novio. Martins no se termina de creer que Lime fuese un traficante, hasta que el propio capitán Calloway se lo demuestra: resulta que Harry Lime traficaba con penicilina adulterada que posteriormente se administraba a enfermos de meningitis, empeorando su estado de salud y muchos de ellos muriendo. Ante esto Martins no da crédito, y está a punto de olvidarse del asunto de la muerte de su cruel amigo cuando, una noche, se lo encuentra en la calle, en una de las apariciones más espectaculares que nos ha brindado el séptimo arte. Martins le persigue, pero no logra alcanzarle. Tras contárselo a Calloway, Martins se compromete a colaborar con la Policía para capturar a Lime. Será más adelante cuando asistamos como espectadores a una de las persecuciones más famosas del cine a través del alcantarillado de Viena, donde será el propio Martins quien acabe con su antaño amigo, Harry Lime.
Con música de Antón Karas a ritmo de cítara y una fotografía de carácter expresionista inmejorable de Robert Krasker, El tercer hombre es una obra fresca que en ningún momento decae y nos mantiene constantemente con los ojos pegados a la pantalla. Diálogos inteligentísimos, muy probablemente revisados por Welles, destacando por supuesto ese de los Borgia y la democracia; fueras de campo majestuosos y elegantes, aparición estelar de Welles y un plano largo final de remate son sólo algunos de los ingredientes que hacen de esta película una obra de obligatorio visionado.

jueves, 15 de abril de 2010

LADRÓN DE BICICLETAS, Vittorio de Sica (1948) [9/10]

Una de las obras más importantes del Neorrealismo italiano es Ladrón de bicicletas, de Vittorio de Sica. En ella, Antonio Ricci (Lamberto Maggiorani) va a solicitar un empleo como pegador de carteles. Para desempeñar dicho trabajo le será necesaria una bicicleta, cosa que, por desgracia, empeñó para obtener dinero con el que sacar adelante a su mujer (Lianella Carell) y a su hijo Bruno (Enzo Staiola). La familia se ve obligada entonces a empeñar también sus sábanas para poder comprar la dichosa bicicleta. Una vez adquirida ésta, Antonio empieza su jornada laboral con ganas, pues parece que ya se empieza a vislumbrar la luz de la esperanza en el eterno túnel de la pobreza que está recorriendo, con tan mala suerte que, en un descuido, un desalmado le roba la bicicleta y sale pedaleando a toda velocidad con ella. Antonio, lamentablemente, no logra alcanzarle. A lo largo de la película, Antonio se pateará media ciudad con su hijo en busca del ladrón con vistas a recuperar su bicicleta y, con ella, su vida.

Esta película de Vittorio de Sica y con excelente guión de Cesare Zavattini cuenta la historia de un hombre que, literalmente, se está buscando la vida. Y es que eso es precisamente lo magistral de la obra, el saber concretar en un objeto tan banal como una bicicleta la vida de una persona. Antonio Ricci sabe que, si no tiene una bicicleta, se muere de hambre, y es esa situación de estar al límite lo que le lleva, al final de la película, a hacer lo que ningún hombre bueno como él haría: robarle la bicicleta a otro. Pero cuando el hambre aprieta ya se sabe. A propósito de esta escena final, he de decir que me parece todo un ejemplo de lo que debe ser una realización perfecta. Eso es CINE con mayúsculas, eso es contar con imágenes. Toda esa fuerza logra transmitirse, por supuesto, por la genial interpretación de Maggiorani y Staiola (ninguno de los dos actor profesional en el momento de rodar la película), y si encima le añadimos la excelente música de Alessandro Cicognini tenemos una película prácticamente perfecta, lo que se viene llamando una joya cinematográfica.
Por último, es reseñable también la presencia del movimiento obrero en el filme, muy lógico en las películas neorrealistas, antifascistas por definición.
Lo dicho, CINE con mayúsculas de obligatorio visionado.


martes, 13 de abril de 2010

LOS CUATROCIENTOS GOLPES, François Truffaut (1959) [9/10]

Una de las obras que abrió la puerta de la nouvelle-vague francesa fue Los cuatrocientos golpes, de François Truffaut. Los cuatrocientos golpes nos cuenta la historia de Antoine Doiniel (Jean-Pierre Léaud), un chico a medio camino entre la infancia y la adolescencia que crece en un mundo de jerarquía, autoridad y castigo. Antoine es un chico desobediente y travieso, lo normal en un chico de su edad (de hecho, es un alter ego del propio Truffaut), que no sabe medir hasta dónde alcanzan los efectos de sus travesuras en la paciencia de los que viven a su alrededor. Como toda institución jerárquica y autoritaria, el entorno de Antoine sólo sabe responder a la violencia del niño con más violencia, generándose así un círculo vicioso del que difícilmente se puede salir, y que siempre va a más. En este sentido, Los cuatrocientos golpes podría haber ejercido cierta influencia en If…, de Lindsay Anderson, película ya comentada en este blog donde veíamos a un grupo de chavales que, fusil en mano, decía NO a la disciplina inglesa. Truffaut en este caso dice NO a la disciplina de Francia, donde importa más la lengua francesa que las ciencias, donde lo importante es que el niño sea el primero de la clase, y donde la jerarquía está constantemente presente, tanto entre la relación de los alumnos con el profesor como en la de éste con el director.

A un servidor, y esto es ya una opinión personal, el aula de Doiniel le ha traído enseguida a la mente aquella habitación con pupitres en la que el profesor Immanuel Rath impartía clase en la película de El ángel azul, de Josef von Sternberg. Sobre todo en la clase de inglés, donde los alumnos tienen serios problemas con la pronunciación.
Es también destacable el cameo de Truffaut en el parque de atracciones, y los preciosos planos callejeros que la cámara saca de los dos niños corriendo (Antoine y su amigo René).
Antoine Doiniel (interpretado brillantemente por ese chico que seguirá junto a Truffaut en posteriores películas, y que también aparecía en la también comentada en este blog Pocilga de Pasolini) es ese niño que mentía porque, si decía la verdad, no le iban a creer; es ese niño que se rebela contra la atmósfera opresiva que le ata de pies y manos y no le deja vivir; es ese niño que corre y corre, tratando de llegar al mar. Los cuatrocientos golpes, preciosa e imprescindible.


domingo, 11 de abril de 2010

LA MUJER DEL CUADRO, Fritz Lang (1944) [6'5/10]

Richard Wanley (Edward G. Robinson) es un prestigioso profesor de psicología que queda maravillado por una pintura expuesta en un escaparate próximo a su residencia. En dicha pintura aparece una hermosa mujer (Joan Bennett), y una noche, contemplando Richard semejante belleza, es sorprendido por la modelo que posó para la pintura, la mujer en persona. Salen juntos a tomar unas copas, y acaban en casa de ella. A pesar de que no han hecho nada, Frank Howard (Arthur Loft), un amante de la mujer, entra en el apartamento, sorprendiéndoles, y con la intención de matar al profesor Wanley, quien se defiende de éste clavándole unas tijeras que acaban con su vida. Richard y la misteriosa mujer están metidos en un buen lío, y deberán deshacerse del cadáver como sea. Para complicar aún más la cosa, hay un testigo del crimen (Dan Duryea), quien no dudará en chantajear a la pareja para sacarse un dinerillo.

Basada en la novela de J. H. Wallis Once Off Guard, La mujer del cuadro es un clásico del cine negro dirigida por Fritz Lang, que evidentemente cuenta con ciertas pinceladas expresionistas. La trama recuerda a la de La muchacha de Londres en el sentido de que, para que se salven “los buenos”, “los malos” han de ser acusados en falso, lo que es tanto como decir que los malos se salen con la suya.

Con un Edward G. Robinson más que correcto aunque un poco viejo para su papel, la película no aburre en ningún momento, y destacan en ella unos potentísimos diálogos realmente actuales y avanzados a su época. Además, es destacable la fotografía de Milton Krasner, la cual nos sumerge en una atmósfera onírica y criminal en la que apenas vemos pequeños retazos de luz esperanzadora. No obstante, de señalar algún fallo, creo que la torpeza de Rick está bastante exagerada y sobreactuada. Me refiero a cuando él mismo se pone en evidencia dando pistas que dejan entrever que él es el verdadero asesino. Señor Rick, ya son las 10:30.


viernes, 9 de abril de 2010

EL ESCRITOR, Roman Polanski (2010) [8/10]

Con su última película, El Escritor, basada en la novela The Ghost de Robert Harris, Roman Polanski se ha portado pero que muy bien. Este thriller apasionante cuenta la historia de un escritor (Ewan McGregor) a quien le encargan escribir las memorias del ex-Primer Ministro del Reino Unido, Adam Lang (Pierce Brosnan), tras haber muerto el anterior “negro”. A medida que el escritor vaya investigando sobre la vida de Lang, irá descubriendo datos que le relacionan con la captura ilegal de supuestos terroristas talibanes para entregárselos a la CIA y someterles a torturas.

Como ya digo, la película es bastante notable en general: en ningún momento cae en topicazos y la práctica totalidad de los actores cumplen, destacando sobre todo Brosnan. Pero tras un primer visionado, uno tiene la sensación de que hay ciertas cosas que únicamente aparecen en la trama para jugar con el espectador y liarle un poco, y en ese sentido podríamos hablar de cierta “trampa”. Pero en fin, nada que no se solucione volviéndola a ver.
En cuanto a la música de Alexandre Desplat, algunos podrían calificar de timburtoniana y ayuda sobremanera a meternos en la atmósfera del filme. Para terminar, decir que tardaremos mucho tiempo en volver a ver un fuera de campo tan elegante y perfecto como el que sale en esta película. Ahí lo dejo.


miércoles, 7 de abril de 2010

GINGER Y FRED, Federico Fellini (1985) [4,8/10]

Amelia (Giulietta Masina) y Pippo (Marcello Matroianni) fueron unos grandes imitadores de la popular pareja Ginger Rogers y Fred Astaire. Treinta años después de su separación, han vuelto a juntarse para un programa televisivo especial de Navidad, donde llevarán a cabo su última función.

A través de esta historia, que lleva por título Ginger y Fred, Federico Fellini realiza una crítica contra la televisión y su frialdad a la hora de tocar temas como el arte, el cual salpica con suciedad publicitaria. Amelia se siente incómoda ante la aparente improvisación con la que se funciona en televisión, mientras que Pippo parece más conocedor del medio, más consciente de que no hay nada que hacer con todos esos “teledependientes”. De hecho, Pippo prepara un discurso final para después del número, en el que pretende criticar esa teledependencia borreguil, pero finalmente no lo enuncia. Muy bueno el momento en el que vemos una mujer contando el trauma que le ha supuesto vivir durante un mes sin televisión. A través de huelgas de hambre, enanos y otras muchas frivolidades convertidas en espectáculo, la televisión acaba por perderle el respeto al arte y asesinarlo, y es que la televisión jamás podrá compararse con el teatro.

He de decir que Giulietta Masina no termina de gustarme. No sé, tiene una cara y una mirada que me pone nervioso y que no me termina de transmitir nada. El 75% de la película es bastante coñazo, y no remonta el vuelo hasta los treinta minutos del final.



lunes, 5 de abril de 2010

LOS MEJORES AÑOS DE NUESTRA VIDA, William Wyler (1946) [6'8/10]

En 1946 William Wyler dirigió Los mejores años de nuestra vida. En la película, tres hombres regresan a casa tras la Segunda Guerra Mundial, con cierto miedo por cómo va a ser su adaptación a su antigua vida tras la experiencia del campo de batalla.
Por un lado está Homer (Harold Russell), un marinero que perdió las manos y que en su lugar tiene un gancho en cada una. Está prometido, y preocupado por cómo le va a recibir su familia y su novia cuando conozcan la triste historia de sus manos. No obstante, Homer es un hombre muy fuerte, que pretende que el resto acepte su discapacidad como algo con lo que se puede vivir, sin necesidad de dramatizar, puesto que tampoco es el fin del mundo.
Por otra parte está Fred (Dana Andrews), quien dejó en América a su mujer, con la que apenas tuvo tiempo de estar. Ahora que vuelve podrá recuperar el tiempo perdido. No obstante, cuando llega, no se encuentra exactamente con lo que dejó, puesto que se da cuenta de que no se quieren realmente. Ella (Virginia Mayo) trabaja en un club nocturno llamado El demonio azul (en una clarísima alusión al club nocturno de El ángel azul), y con el trabajo de Fred no ganarán el suficiente dinero como para ser “felices”, según entiende la felicidad la mujer. Fred es de familia pobre, y mientras que en el Ejército fue alguien, ahora que la guerra se ha acabado ha vuelto a su antiguo trabajo en una tienda, ganando un sueldo muy inferior.
En último lugar está Al (Fredric March), quien al llegar se encuentra a unos hijos muy creciditos, y en general a una familia a la que le cuesta acostumbrarse. Esto le provocará ocasionales problemas con la bebida. Al vuelve a trabajar en el banco en el que trabajaba antes de partir al frente. Además, su hija Peggy (Teresa Wright) se enamorará de Fred, algo que Al no terminará de ver con buenos ojos.

Estas son las tres historias sobre la adaptación a su vida antes de la guerra de tres hombres que Wyler nos presenta en Los mejores años de nuestra vida. La película cuenta con 8 Óscar, incluyendo mejor película y mejor director, así como un premio BAFTA y un Globo de Oro a la mejor película y, aunque no me ha disgustado en absoluto, me esperaba bastante más. Pero en fin, será que yo nunca he ido a la guerra.


sábado, 3 de abril de 2010

HERMANOS, Jim Sheridan (2009) [6,5/10]

Sam Cahill (Tobey Maguire) debe acudir al frente en la guerra de Afganistán, y el día antes de su partida sale de la cárcel su hermano Tommy (Jake Gyllenhaal), ocasión que la familia aprovecha para celebrar una cena. Ésta se desarrolla en un ambiente tenso, pues queda patente quién es el buen hermano que lucha por su país y quién es el malo, el delincuente que se ha pasado una temporada en la cárcel. Sam muere en la guerra en un accidente de helicóptero, y entonces Tommy se encargará de cuidar a sus hijas y a su mujer (Natalie Portman). Con el tiempo, y a medida que Tommy vaya pasando el rato con sus sobrinas y su cuñada, dejará de ser ese delincuente de poca monta y empezará de nuevo, conduciendo su vida por la senda del bien. Pero ocurre que Sam en realidad logró sobrevivir al accidente y fue secuestrado por los talibanes, y tras ser liberado por el ejército norteamericano regresa por fin a casa. Al llegar se encuentra todo muy distinto a cómo lo dejó, pues en cierto modo su hermano ha ocupado su lugar, y los papeles de hermano bueno y hermano malo se verán intercambiados.

Yo ya sabía de la existencia y conocía el argumento de la película de Susanne Biers, Hermanos, pero, no sé por qué razón, cuando vi anunciada Hermanos de Jim Sheridan no me acordé de ella, y he acudido al cine a ver la de Sheridan creyendo que iba a ver algo original, hasta que ha llegado la escena de la niña que no quiere abrazar a su padre porque se va a la guerra y me he acordado entonces de la de Biers. Ya sabía entonces lo que iba a pasar y he maldecido mi manía de no querer ver los tráilers.

La película habla de lo que la guerra puede llegar a hacer con un hombre. Nos enseña que en las guerras no sólo se muere de un balazo, sino que también matan sus secuelas psicológicas. Sam sobrevive a la guerra, pero cuando vuelve a casa no es la misma persona, aquella persona ya no está, ha muerto. Su mujer también es consciente de ello, y por eso lee la carta que le escribió él por si moría en la guerra.
Está perfectamente interpretada por Macguire la locura que puede experimentar un hombre que, habiendo estado secuestrado por los talibanes mientras defendía a su país, no ha sido el centro del mundo, y le han olvidado. A este respecto también llama la atención el espectacular cambio de Sam, no sólo en el plano psicológico, sino también en el físico: tras la guerra nos encontramos con un Sam delgaducho, con ojeras y débil.
Una de las cosas que menos me ha gustado ha sido la frialdad con la que la familia recibe a Sam. Se supone que ellos le creían muerto, y sin embargo está camino de casa. A efectos prácticos ha resucitado, como mínimo es para dar saltos de alegría en un mar de lágrimas de felicidad. Pues la película no me ha transmitido nada de eso.

Esta obra de Sheridan no está mal, aunque si he de ser sincero, de haber visto la película de Susanne Biers no hubiera acudido al cine a verla. Ahora tendré que ver la de Biers para decidir cuál es mejor de las dos.