lunes, 22 de marzo de 2010

CAUTIVOS DEL MAL, Vincente Minelli (1952) [7/10]

En 1952 Vincente Minelli realizó Cautivos del mal. En la película, un director (Barry Sullivan), una actriz (Lana Turner) y un guionista (Dick Powell) son reunidos para ofrecerles trabajar en la próxima película del productor Jonathan Shields (Kirk Douglas), con quien los tres han tenido disputas en el pasado que serán mostradas a lo largo de la película y que les harán pensarse muy seriamente si firmar ese contrato. Shields, tal y como se verá a lo largo del filme de Minelli, se portó como un cerdo con cada uno de ellos, pero también es cierto que si hoy ellos son los mejores en su profesión es gracias a Shields. Entonces se les plantea un dilema: ¿aceptarán o no aceptarán trabajar de nuevo con el horrible productor?

La película consiste, básicamente, en ver cada una de las tres historias, en las que se explica cómo la relación de cada profesional con el productor acaba por deteriorarse. O lo que es lo mismo, en la película no pasa nada. A efectos prácticos, el director, la actriz y el guionista se pasan las casi dos horas que dura la película en el despacho decidiéndose sobre si trabajar con Shields o no. Finalmente, parece que dicen que no, que reconocen que ha sido Shields quien les ha catapultado a la fama y al prestigio, pero que eso no quita que se sientan mal por dentro, con lo que la película podría darnos a entender que “la fama y el dinero no lo son todo”. Pero en la última escena de la película los tres profesionales escuchan atentamente a escondidas a través de un teléfono las condiciones que Shields ofrece para trabajar, tratándose, entre otros, el tema del sueldo. Los tres ponen especial atención, dando a entender que acabarán por aceptar el trabajo, olvidando (o por lo menos dejando a un lado aparcado) lo que Shields les hizo en el pasado y ofreciendo un final a mi gusto peor que el que podía haber ofrecido, aunque también bueno, que parece decir que “ante el dinero, nos olvidamos de nuestros principios”. Es por eso que Cautivos del mal no me ha terminado de convencer.

No obstante, sí hay que decir que el guión tiene mucha fuerza, pues las tres historias, a pesar de que nos hacemos una idea sobre cómo van a acabar (Shields peleado con el director, con el guionista o con la actriz), siempre sorprenden, y ninguna se hace repetitiva. Es también destacable el fundido entre la estatuilla del Óscar y la figura de Shields en el entierro de su padre, así como la conversación que mantiene éste con su superior cuando le dice algo así como que “me caes bien, un día trabajarás para mí”.
En definitiva, una muy entretenida película sobre el cine que, vista más en profundidad, decepciona un poco, pero sólo un loco diría que es mala.


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